Vergüenza tóxica: ¿Cómo la desarrollan los niños?

Cómo evitar que los niños desarrollen vergüenza tóxica

Todos experimentamos vergüenza de vez en cuando. Sentimos tristeza y cierta rabia cuando nuestras debilidades quedan expuestas ante los demás: por ejemplo, si nos equivocamos, nos tropezamos delante de mucha gente o debemos hablar en público. Por suerte, el sentimiento suele ser pasajero. Sin embargo, este mecanismo social puede convertirse en un lastre si en las primeras etapas de la vida se relaciona con el miedo. Para ayudarte a prevenirla, descubrimos qué es la vergüenza tóxica y cómo evitar que la desarrollen los niños.

La vergüenza como mecanismo de aprendizaje
La vergüenza es un comportamiento adquirido y cultural que los más jóvenes utilizan para aprender a convivir dentro de su comunidad. Es más, el sentimiento leve de vergüenza permite a los niños cambiar un comportamiento considerado prohibido por uno aceptable.

Es decir, los comportamientos que activan la vergüenza varían según la cultura, pero el sentimiento en sí es universal en todos los seres humanos. Por lo tanto, es normal que los niños sientan vergüenza de forma pasajera. Gracias a ella aprenden a convivir con el resto de personas, pues se refuerza de un modo negativo el incumplimiento de una norma social.

Ahora bien, ¿qué pasa si los padres castigan a los niños después de una situación que les hace pasar vergüenza? En este caso, el miedo se suma a la vergüenza y, en lugar de aprender, se sentirá solo y defectuoso. Esta mezcla de emociones desencadena un sentimiento de incomprensión y la sensación de no ser lo suficientemente bueno. Por eso, lo mejor es corregir la conducta con amabilidad, para que pueda asimilar la enseñanza y sienta que sigue siendo una buena persona a pesar de que se haya equivocado.

Vergüenza tóxica de padres a hijos
Por el contrario, si con cada transgresión el niño recibe un castigo o regañina, puede desarrollar lo que se conoce como vergüenza tóxica. O lo que es lo mismo, la sensación de no ser lo suficientemente bueno. Con el castigo se corre el riesgo de que esta vergüenza afecte a su vida y mine su confianza cada vez que se equivoca.

Entonces, ¿cómo se transmite? Existen diferentes maneras. La más común es que si tu hijo tiene un berrinche y te hace avergonzarte cuando estáis en un lugar público, le regañes. En ese momento, el motivo (hambre, sueño, aburrimiento) pasa a un segundo plano y el niño empezará a sentir vergüenza y a perder la conexión contigo. Es una situación por la que todos pasamos; si se trata de un incidente aislado y luego hablas con el niño para explicarle la situación, no debería tener mayores consecuencias. Ningún padre es perfecto y todos aprendemos de nuestros errores. Incluso nuestros hijos.

Cómo evitar que los niños desarrollen vergüenza tóxica.
Lo cierto es que los adultos debemos ser los primeros en trabajar nuestras propias emociones y sentimientos. Si no somos conscientes de por qué sentimos vergüenza, de los motivos y situaciones que la provocan, perpetuaremos ese comportamiento que observan e imitan de forma natural nuestros hijos.

La buena noticia es que se puede evitar que la tendencia a la vergüenza tóxica pase a la siguiente generación. Para ello, puedes poner en práctica estos sencillos consejos:

1. Reprime la necesidad de ridiculizar o avergonzar de forma sutil y aparentemente inofensiva
Muchos de los métodos que utilizamos para guiar a los niños se basan en la vergüenza. Por ejemplo, lo primero que se nos ocurre ante un comportamiento indeseado es hacer un juicio negativo y, lo que es más grave, darles a entender que lo que sienten está mal. Sin embargo, en lugar de criticar, lo mejor es empatizar y poner un límite de forma positiva.

2. Sé un ejemplo del comportamiento que pretendes inculcar
Los padres somos el principal modelo de los niños. De forma natural, aceptan que nuestros comportamientos son los socialmente aceptables. Por eso, si tienen un impulso que contradice lo que ven en casa, lo resistirán. Así desarrollan su freno interno; pero, recuerda, si tú eres el primero que grita, ellos, no dejarán de hacerlo.

3. Aborda con naturalidad todo tipo de conversaciones, evita los tabúes
Los secretos siempre son motivo de vergüenza. Aquello de lo que no se habla, queda relegado a la oscuridad y, por lo general, provoca más daño. Lo mejor es no evitar ningún tema de conversación; eso sí, es necesario adaptar el lenguaje para que sea apropiado a la edad del niño.

4. Educa con límites positivos
Cada vez que estableces un límite de forma positiva, tu hijo pone en práctica el mecanismo natural que controla sus impulsos; es decir, desarrolla las conexiones neuronales necesarias para dominarse. De este modo, cuanta más empatía demuestres, mejor aceptará el límite y querrá canalizar sus impulsos. Sin embargo, si se siente criticado, se resistirá.

5. Evita los castigos y regañinas
Si quieres que un niño entienda que debe cambiar su comportamiento, lo mejor es redirigir el impulso y mostrar empatía. Así distinguirá lo que está bien de lo que está mal y no será necesario usar el castigo, que no deja de ser una acción cuya intención es hacer daño.

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